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Hace unos días, en uno de nuestros webinars mensuales, vivimos una conversación tan profunda y transformadora que aún la llevo resonando por dentro. Fue uno de esos encuentros en los que el alma se pone a hablar y nos recuerda lo que verdaderamente importa.

Quiero compartir con ustedes algunas reflexiones poderosas que surgieron en ese espacio. Porque si algo tengo claro, es que la sabiduría no es para guardarla, es para multiplicarla.

Más allá de la meta: ¿en quién te estás convirtiendo en el camino?

Uno de nuestros participantes compartió una idea que me pareció brillante: “Yo tengo metas que sé que no voy a alcanzar, pero igual las persigo”. ¿Por qué haríamos algo así? Porque el verdadero tesoro no está en alcanzar la meta, sino en quién me convierto mientras lo intento.

Eso me hizo recordar dos frases que repito mucho: El propósito no es lograr el objetivo, sino convertirte en alguien más grande mientras caminas hacia él. La otra, los sueños sirven para darle vida a los días mientras busco alcanzarlos.

La vida, como el coaching, no se trata de tachar metas en una lista. Se trata de transformación. Y ojo con esto: el ser humano no cambia, se transforma. Cambiar es modificar algo; transformarse es ese poco a poco que te lleva a nacer de nuevo en una nueva versión de ti.

El valor de la utopía

Yo lo he declarado abiertamente: soy un vendedor de utopías. Me encantan. Las persigo, las sueño, las construyo. Y no, no porque quiera alcanzarlas necesariamente. La utopía no está para realizarse, está para marcar el camino.

Vivimos en una época donde todo tiene que ser “realista”, “práctico”, “medible”. Pero ¿y la belleza del imposible? ¿Y la motivación que nace del “y si sí”?
Las utopías no son una pérdida de tiempo. Son mapas invisibles que activan nuestro coraje y creatividad.

¿Y si no supieras cuántos años tienes?

En ese mismo webinar, compartí una historia que me inspira profundamente: la de Walt Jones, un señor que a los 101 años hizo una inversión a 30 años. Lo entrevistaron y dijo algo que se me quedó grabado para siempre:

“No celebro cumpleaños porque me recuerdan que soy un año mayor. Prefiero preguntarme: si no supiera cuántos años tengo, ¿cuántos años tendría?”
Yo tengo 68, voy rumbo a los 70 y ya tengo clarito lo que voy a estar haciendo a los 75.

Y no, no me pienso jubilar. Pero sí me voy a quitar de encima tareas que me quitan energía. Estoy diseñando mi vida hasta los 80, y sí, también tengo planes para los 90. Porque mientras haya energía, sueños y ganas, ¡estamos vivos!

El futuro no se adivina, se diseña

El futuro no es un destino inevitable. El futuro es una decisión.
El verdadero ejercicio de construir futuro comienza cuando tomo decisiones hoy que me alejan de la simple repetición del presente.

Por eso les compartí nuestro modelo de planificación estratégica personal, basado en los «anillos olímpicos de la vida». En él trabajamos cinco áreas esenciales:

  1. Vida personal
  2. Familia y pareja
  3. Vida social
  4. Profesional
  5. Espiritual o propósito

En cada una de esas áreas deberíamos hacernos esta pregunta:
¿Cómo quiero verme dentro de cinco años, aunque hoy no parezca real?
Y luego, con humildad y enfoque, empezar a actuar desde hoy:

  • ¿Qué debo incluir que hoy no estoy haciendo?
  • ¿Qué debo incrementar porque lo hago poco?
  • ¿Qué debo disminuir porque lo hago demasiado?
  • ¿Qué debo eliminar porque ya no me sirve?

Cuando haces eso con intención, te das cuenta de que el futuro no se trata de suerte: se trata de visión y acción.

Cierro con una invitación

No importa si tienes 30, 50 o 70 años. Nunca es tarde para redibujar tu vida.
Nunca es tarde para decidir en quién te estás convirtiendo.
Nunca es tarde para abrazar la utopía.

Porque como alguien dijo en ese webinar: “Esto fue… esto es”.
Y lo que será… ¡Depende de ti!

Gracias a todos los que estuvieron. A quienes compartieron desde su vulnerabilidad y coraje.
Nos seguimos encontrando en el camino.

Un abrazo,
Eduardo

PD: Recuerda dejar tu comentario aquí abajo. Yo los respondo todos.