Hola… aquí estoy de nuevo. Andaba algo ocupado entre tantas cosas, que descuidé este espacio que compartimos juntos. Reconozco que he estado más activo con twitter que con el blog. Ese es un espacio también muy útil y puedes seguirme por @EduardoMarti y @ElNuevoGerente.
Pero no aguanté escribir de nuevo aquí, cuando hace unos días conocí más de cerca a una señora que me mostró en vivo, con sus historias, lo que yo quiero más para mí: Ternura!
Desde hace más de un año escuché una conferencia de Julio Olalla (*) que traía al mundo del coaching esa emocionalidad necesaria para interactuar con el otro en una conversación liberadora.
Desde ese momento he estado buscando la ternura en mi y cómo la traigo a mi acontecer diario. Algunas veces creo que me invade pero creo que es más profunda que eso que siento. Mis hijos la inspiran, cuando veo un bebé, un oso panda… pero debo confesar que no me satisface. A veces me siento algo tonto y hasta pendejo.
Hay algo que no está bien en mi. Quiero vivir la ternura libremente, sin juicios y con disfrute. Quiero estar con el otro y sentir el maravillamiento. Quiero estar con el otro y quedar estupefacto por el simple hecho de ser una persona. Quiero acercarme al otro y darle lo mejor de mi aunque sea un desconocido. Quiero ver al otro y sentir el milagro de la creación.
¿Cómo ser un líder sin ternura? ¿Cómo ser coach sin ternura? ¿Cómo puedo gerenciar personas sin ternura?… más aún, ¿cómo vivir sin ternura?.
Desconozco tu reacción ante estas líneas. No sé que estarás pensando de mi, pero corro el riesgo de mostrarme ante ti. Y para que me entiendas mejor, quiero contarte las lecciones que me dio la señora Arcángel (**)…